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La historia de la Terapia Asistida con Animales: De los orígenes al presente

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La relación entre humanos y animales ha sido una constante a lo largo de la historia. Desde los primeros asentamientos, los animales no solo han sido aliados en labores agrícolas o de caza, sino también compañeros que ofrecen consuelo y apoyo emocional. Este vínculo tan especial ha sido la base para el desarrollo de la Terapia Asistida con Animales (TAA), una práctica que aprovecha esa conexión para mejorar la salud física y mental de las personas. Pero ¿cuándo comenzamos a reconocer el papel terapéutico de los animales? Exploremos los orígenes de esta práctica y cómo ha evolucionado hasta convertirse en una herramienta terapéutica reconocida en todo el mundo.



Los primeros indicios: animales como apoyo emocional


La idea de que los animales tienen un impacto positivo en la salud humana no es nueva. Algunos de los primeros registros documentados datan del siglo IX, cuando los árabes utilizaron caballos como medio para mejorar la autoestima y la rehabilitación física. A lo largo de la historia, los animales también han sido mencionados en escritos médicos y filosóficos por su capacidad para influir en el estado emocional de las personas.


En el siglo XVIII, en Inglaterra, el famoso filósofo John Locke sugería que dar a los niños pequeños la responsabilidad de cuidar animales podía fomentar la empatía y el desarrollo moral. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX que comenzaron a surgir evidencias más claras del uso terapéutico de los animales. En 1792, en el York Retreat, un hospital psiquiátrico en Inglaterra, se permitió a los pacientes interactuar con animales, como conejos y aves, para ayudar a reducir el estrés y fomentar el comportamiento positivo.


El auge en el siglo XX: hacia una práctica estructurada


El uso moderno de los animales en la terapia tiene sus raíces en el siglo XX. Durante la Segunda Guerra Mundial, el trabajo de un soldado llamado Smoky y su pequeño perro Terrier marcó un hito. Smoky, un perro rescatado, acompañaba a los soldados en hospitales de campaña, levantando el ánimo de los heridos y proporcionando consuelo emocional. Esta experiencia evidenció cómo los animales podían aliviar la carga emocional en situaciones extremas.


Uno de los mayores impulsores de la TAA fue el psiquiatra Boris Levinson, considerado el "padre de la terapia asistida con animales". En la década de 1960, Levinson observó que la presencia de su perro Jingles durante las sesiones con niños mejoraba significativamente su comunicación y comportamiento. Publicó varios estudios que destacaban cómo los animales podían actuar como un "puente" emocional entre el terapeuta y el paciente, allanando el camino para una mejor comprensión y confianza.


La profesionalización de la TAA: del campo a la clínica


A partir de la década de 1980, la TAA comenzó a ganar reconocimiento formal como una práctica terapéutica complementaria. Asociaciones como Delta Society (ahora Pet Partners) en Estados Unidos, fundada en 1977, se dedicaron a estudiar, promover y regular el uso de animales en terapia. Estas organizaciones establecieron estándares para garantizar el bienestar tanto de los pacientes como de los animales involucrados.


La incorporación de caballos en terapias, conocida como equinoterapia o hipoterapia, también se desarrolló rápidamente en esta época. Los caballos demostraron ser particularmente efectivos para mejorar el equilibrio, la coordinación y la confianza de personas con discapacidades físicas o trastornos neurológicos.


Con el tiempo, la TAA se expandió más allá de perros y caballos para incluir animales como gatos, delfines, conejos y hasta aves. Cada especie aporta beneficios únicos dependiendo de las necesidades del paciente.


La TAA en el presente: un campo interdisciplinario


Hoy en día, la TAA es una herramienta reconocida en campos como la psicología, la fisioterapia y la educación especial. Su aplicación se ha diversificado enormemente y está respaldada por una creciente base de evidencia científica. Por ejemplo, estudios han demostrado que la interacción con animales puede reducir los niveles de cortisol (la hormona del estrés), aumentar la producción de oxitocina (la hormona del apego) y mejorar el bienestar emocional.


Programas en hospitales, escuelas y residencias de ancianos utilizan animales entrenados para ayudar a pacientes con trastornos como el autismo, la depresión, el estrés postraumático e incluso enfermedades físicas crónicas. También se han desarrollado certificaciones específicas para entrenadores, terapeutas y animales que participan en estas actividades, asegurando la profesionalización del campo.


Desafíos y futuro de la TAA


Aunque los avances han sido significativos, también existen desafíos que la TAA enfrenta en la actualidad. Uno de los principales es garantizar el bienestar de los animales, asegurándose de que no sufran estrés ni sean explotados en el proceso terapéutico. Además, aún es necesario más investigación para estandarizar los protocolos y medir objetivamente los beneficios de esta práctica.


El futuro de la TAA es prometedor. Con la integración de tecnologías como la realidad virtual y el uso de datos biomédicos, se abren nuevas posibilidades para potenciar su impacto. Además, la expansión de programas de TAA en comunidades vulnerables podría transformar vidas en áreas donde los servicios de salud mental son limitados.


Conclusión


La Terapia Asistida con Animales ha recorrido un largo camino desde sus primeros usos intuitivos hasta convertirse en una práctica terapéutica reconocida y estudiada. Este recorrido refleja el profundo vínculo entre humanos y animales, una conexión que trasciende culturas y épocas. Mirando hacia el futuro, la TAA seguirá evolucionando, encontrando nuevas formas de mejorar la vida de las personas y recordándonos el poder sanador de nuestros compañeros animales.

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