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¿Los niños tienen que aprender también a comer?

  • Foto del escritor: Formación Avanzada Europea
    Formación Avanzada Europea
  • 8 abr
  • 4 Min. de lectura

Cuando hablamos del desarrollo infantil, solemos enfocarnos en la enseñanza de habilidades como leer, escribir, hablar o caminar. Pero hay una habilidad vital que a menudo damos por sentada: comer. ¿Alguna vez te has preguntado si los niños también deben aprender a comer? La respuesta es un rotundo sí. Comer no es solo un acto instintivo; es una habilidad compleja que involucra aspectos físicos, emocionales, sociales y culturales.


En este blog te explicamos por qué comer también se aprende, cómo influye el entorno familiar y qué puedes hacer para fomentar una relación saludable con la comida desde la infancia.



Comer: ¿Instinto o aprendizaje?


Es cierto que los bebés nacen con algunos reflejos básicos como succionar y tragar, que les permiten alimentarse desde el nacimiento. Pero esos reflejos no son suficientes para navegar el mundo alimentario que les espera.


A medida que el bebé crece, necesita aprender a:


Masticar diferentes texturas.


Usar utensilios.


Reconocer señales de hambre y saciedad.


Explorar sabores nuevos.


Regular sus emociones en torno a la comida.


Compartir en una mesa con otros.


Estos aspectos no son instintivos. Se aprenden con la práctica, el modelado y la experiencia, igual que andar en bicicleta o escribir su nombre.


Aprender a comer: Un proceso por etapas


El aprendizaje alimentario comienza desde muy temprano, incluso antes de la introducción de sólidos. A continuación, te mostramos algunas etapas clave:


1. Durante la lactancia o biberón (0–6 meses)


El bebé empieza a asociar la alimentación con el contacto, la calma y la seguridad. Aquí se siembra la base emocional de la relación con la comida.


2. Introducción de sólidos (6–12 meses)


Aquí se inicia la exploración de sabores, colores, olores y texturas. Este período es crucial: el niño necesita exposición repetida y paciencia para familiarizarse con los alimentos. No se trata solo de nutrirse, sino de experimentar.


3. Autonomía alimentaria (1–3 años)


Empiezan a comer solos, usar cucharas, beber de vasos y decidir qué y cuánto comer. También aparecen las preferencias (y rechazos) marcados. Aquí, los adultos deben guiar sin presionar.


4. Socialización (3–6 años)


Los niños aprenden normas sociales en la mesa: esperar turnos, compartir, conversar. También se ven influenciados por lo que comen sus amigos, hermanos o padres.


5. Conciencia y responsabilidad (6+ años)


Entienden mejor conceptos como “comida saludable”, comienzan a formar opiniones propias sobre lo que comen y pueden participar en la preparación de alimentos.


¿Qué pasa si no aprenden bien a comer?


Cuando este proceso se ve obstaculizado, pueden surgir dificultades alimentarias como:


Rechazo persistente de grupos enteros de alimentos.


Comer en exceso o por emociones.


Dependencia total de pantallas para comer.


Miedo a probar nuevos alimentos (neofobia alimentaria).


Bajo peso o sobrepeso.


Muchos de estos problemas no nacen de una mala voluntad del niño, sino de una falta de acompañamiento adecuado en su aprendizaje alimentario.


El rol clave de los padres (y cuidadores)


Los adultos tienen un papel fundamental. Son modelos, guías y facilitadores. Aquí van algunas claves para ayudar a los niños a aprender a comer:


1. Crear un ambiente positivo


Evita la presión, el castigo o las recompensas con comida. Comer debe ser una experiencia agradable y libre de estrés.


2. Modelar con el ejemplo


Los niños observan todo. Si ven a sus padres disfrutar de frutas, verduras y comidas variadas, será más probable que imiten ese comportamiento.


3. Exponer sin forzar


A veces se necesitan más de 10 intentos para que un niño acepte un alimento nuevo. Ofrécelo en diferentes formas y contextos, sin obligar.


4. Establecer rutinas


Horarios regulares, sin distracciones (pantallas fuera), con pausas para disfrutar y compartir, ayudan al niño a conectarse con su cuerpo.


5. Hablar de comida sin juicios


Evita etiquetas como "bueno" o "malo". Es mejor hablar de alimentos que nos dan energía, nos ayudan a crecer o nos hacen sentir bien.


¿Y si mi hijo es muy selectivo?


Es normal que muchos niños pasen por fases de selectividad. Sin embargo, si el rechazo persiste y afecta su desarrollo o convivencia familiar, puede tratarse de un trastorno de la alimentación selectiva. En estos casos, lo mejor es consultar con un pediatra, nutricionista infantil o terapeuta ocupacional especializado.


Comer también es cultura


Además de lo nutricional, la comida tiene un componente afectivo, simbólico y cultural. Compartir la mesa, probar recetas familiares, celebrar con alimentos típicos… todo eso enseña valores y crea identidad.


Un niño que aprende a comer en familia, a respetar la comida y a disfrutar del proceso, se convierte en un adulto que come con consciencia y equilibrio.


En resumen


Sí, los niños también tienen que aprender a comer. Y como cualquier aprendizaje, requiere tiempo, práctica y guía. Comer no es solo llenarse, sino relacionarse con los alimentos de forma positiva, respetuosa y placentera.


Acompañar este proceso con amor, paciencia y ejemplo no solo mejora la nutrición, sino que fortalece el vínculo familiar y previene futuros trastornos alimentarios. Así que la próxima vez que estés en la mesa con tu hijo, recuerda: no solo está comiendo, está aprendiendo a vivir.

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