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Mitos sobre la conservación de alimentos: lo que debes saber

  • Foto del escritor: Formación Avanzada Europea
    Formación Avanzada Europea
  • 2 sept
  • 4 Min. de lectura

La conservación de los alimentos es una práctica fundamental para evitar intoxicaciones, desperdicios y pérdidas económicas. Sin embargo, alrededor de este tema circulan numerosos mitos que pueden confundir tanto a consumidores como a manipuladores de alimentos. Creer en estas falsas ideas no solo afecta la calidad de la comida, sino que también puede poner en riesgo la salud.


En este artículo analizaremos algunos de los mitos más comunes sobre la conservación de alimentos y explicaremos por qué no debemos confiar en ellos.


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1. “Si huele bien, está en buen estado”


Uno de los mitos más extendidos es pensar que el olor de un alimento determina su seguridad. Aunque el mal olor suele ser señal de descomposición, muchas bacterias peligrosas como Salmonella o Listeria no alteran ni el olor ni el sabor. Un alimento contaminado puede parecer fresco y aun así provocar una intoxicación grave.


La conclusión es clara: el olfato no es un detector fiable. La seguridad se garantiza conociendo y respetando los tiempos de conservación, las temperaturas adecuadas y la higiene en el manejo.


2. “Congelar mata todas las bacterias”


La congelación es una de las técnicas más efectivas para alargar la vida útil de los alimentos, pero no elimina los microorganismos patógenos. Lo que hace es detener o ralentizar su crecimiento. Una vez que los alimentos se descongelan, las bacterias que estaban presentes vuelven a multiplicarse si encuentran condiciones favorables.


Por eso, descongelar correctamente en la nevera y no volver a congelar un alimento que ya se descongeló completamente es esencial para minimizar riesgos.


3. “Los alimentos enlatados duran para siempre”


Las conservas y enlatados tienen una vida útil mucho más larga que los productos frescos, pero no son eternos. Con el tiempo, incluso en un envase cerrado, los componentes del alimento pueden degradarse, perder propiedades nutritivas o, en casos extremos, desarrollar problemas de seguridad alimentaria si la lata se oxida o se daña.


Siempre es recomendable revisar la fecha de consumo preferente y comprobar que el envase no presente abolladuras, fugas o hinchazón.


4. “Si un alimento tiene moho, basta con cortar la parte afectada”


El moho es solo la parte visible de un problema mayor. Sus raíces pueden extenderse en profundidad dentro del alimento, incluso en zonas que parecen intactas. Además, algunos mohos producen micotoxinas que son muy perjudiciales para la salud.


En el caso de alimentos como pan, quesos blandos, frutas o salsas, la recomendación es desecharlos por completo si aparece moho. Solo ciertos quesos curados o embutidos permiten retirar con seguridad una pequeña parte afectada.


5. “La nevera sirve para conservar cualquier alimento”


Aunque el refrigerador ayuda a prolongar la vida útil de muchos productos, no todos deben guardarse allí. Algunos alimentos, como el pan, las patatas o los tomates, pierden sabor, textura o calidad si se mantienen en frío.


Lo correcto es informarse sobre la mejor forma de conservar cada producto: frutas y verduras tienen requerimientos distintos, y la colocación dentro de la nevera también importa. Por ejemplo, los lácteos y carnes deben estar en los estantes más fríos, mientras que las frutas y verduras suelen ir en cajones especiales.


6. “El arroz y la pasta cocidos se pueden dejar fuera toda la noche”


Es común pensar que los alimentos cocidos son más seguros, pero esto no siempre es cierto. El arroz, por ejemplo, puede contener esporas de Bacillus cereus, una bacteria que sobrevive a la cocción. Si el arroz se deja a temperatura ambiente durante horas, las esporas germinan y producen toxinas resistentes al calor.


Lo mismo ocurre con otros platos preparados: deben enfriarse y guardarse en la nevera en un plazo máximo de dos horas después de cocinarlos.


7. “La fecha de caducidad y la de consumo preferente significan lo mismo”


Este mito genera mucho desperdicio de alimentos. La fecha de caducidad indica hasta cuándo un producto es seguro para el consumo; pasada esa fecha, puede suponer un riesgo para la salud. En cambio, la fecha de consumo preferente se refiere a la calidad del producto, no a la seguridad.


Un alimento pasado de consumo preferente puede perder sabor, textura o aroma, pero no necesariamente resulta peligroso. Saber distinguir entre ambas etiquetas ayuda a reducir el desperdicio alimentario sin comprometer la salud.


8. “El plástico siempre protege los alimentos”


Aunque el envasado en plástico puede proteger de la contaminación externa, no garantiza la seguridad si los alimentos se conservan mal. Además, ciertos plásticos no son adecuados para usarse en microondas o para el contacto prolongado con grasas y aceites, ya que pueden liberar sustancias no deseadas.


Lo más seguro es utilizar envases diseñados para alimentos y seguir las indicaciones del fabricante.


Conclusión


Los mitos sobre la conservación de alimentos pueden parecer inofensivos, pero muchos de ellos aumentan el riesgo de intoxicaciones y favorecen el desperdicio. La clave está en basarse en información fiable, respetar las normas de higiene, controlar las temperaturas y conocer las fechas de caducidad y consumo preferente.


La seguridad alimentaria comienza en casa y depende de que sepamos distinguir entre costumbres, creencias populares y prácticas realmente seguras.

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